La vida en Patillal es recordada por sus habitantes como una consecución ininterrumpida de momentos felices que se sucedían en la cotidianidad. El entorno natural era percibido como un regazo apacible, envuelto en una personalidad que tocaba profundamente la sensibilidad del alma.
La faena de cada día estaba marcada por el ritmo impuesto por los colores del horizonte, por la intensidad del brillo sobre el verdor de las hojas, por los trinos juguetones de las aves y por la cercanía de los paisanos que, todavía, son parte de una gran familia.
En esta comunidad vivieron como hermanos el caricaturista Jaime Molina y los compositores vallenatos Tobías Enrique Pumarejo, Rafael Escalona Martínez, Rodrigo Álvarez, Chema Guerra, Freddy Molina Daza, Octavio Daza Daza, Edilberto Daza, José Hernández Maestre, José Alfonso “Chiche” Maestre y Freddy Peralta.
Jaime Molina fue un patillalero sencillo, parrandero, con una gran habilidad para representar la realidad tal cual aparecía. Se cuenta que un día pidió, en clase a su profesor Rafael Antonio Amaya, le fuera permitido asomarse a la ventana para dibujar, en un tablero de tiza, la procesión que estaba pasando en ese momento por la calle. Tal fue la precisión, que el maestro decidió dar vuelta al tablero para conservar el dibujo que lo había impresionado.
Su amistad y familiaridad con Rafael Escalona quedó inmortalizada en el imaginario colombiano con la interpretación sentida que hizo Carlos Vives de la “Elegía a Jaime Molina”:
Recuerdo que Jaime Molina
Cuando estaba borracho
Ponía esta condición:
Que, si yo moría el me hacía un retrato
O, si el se moría primero le sacaba un son.
Jaime Molina tenía un humor inteligente que se percibía en sus comentarios y en sus representaciones de quienes lo rodeaban en la vida entre Patillal y Valledupar. Es por esta razón que Escalona afirma:
Cuando estaba bebiendo siempre me insultaba
Con frases de cariño que el sabía decir,
Después en las piernas se me sentaba,
Me contaba un chiste y se ponía a reír.
La muerte de Jaime Molina por problemas cardíacos fue, como dice la canción, un episodio doloroso en la vida de la gran familia patillalera.
Patillal ha merecido el título de “Tierra de compositores” por sus poetas que son los precursores del paseo tradicional y del paseo lírico vallenato. En primer lugar, se debe reconocer a Tobías Enrique Pumarejo, cuyas composiciones fueron escritas desde los años veinte. A este compositor se le conoce por canciones como: “Mírame fijamente”, “El Alazanito”, “Muchacha patillalera”, entre otras. Sus composiciones eran el medio apropiado para expresar sus sentimientos frente a las situaciones que vivía. De acuerdo a Urbina (2003), Tobías Enrique Pumarejo fue el primer compositor que desligó la composición de la interpretación.
Rafael Escalona, quien le seguiría en el tiempo a don “Toba”, “cambió la estructura vigente de los cantos que eran a lo sumo de un par de segmentos musicales” como afirma Urbina (2003) . Sus canciones son el testimonio de la vida en Patillal y en la región. Son relatos jocosos de sucesos cotidianos, contados con el lenguaje de su tierra, como en “La patillalera”:
Una señora patillalera,
Muy elegante vestía’ de negro,
Formó en el Valle una gritería
Porque la nieta que más quería
La pechichona, la consentía’
Un dueño e’ carro cargó con ella.
En esta canción involucra a quien fuera, en ese momento, el corregidor de Patillal y tío suyo, Nicolás Martínez Daza:
A todo el mundo empezó a decirle
Oigan señores pa’ que lo sepan
Representantes yo tengo en pila
Que en Patillal es Colás Martínez
Es la única persona que sirve
Y aquí en el Valle el doctor Molina.
Y, también, a quien fuera el primer patillalero en irse a Bogotá a estudiar una carrera profesional en 1900, Hernando Molina:
Si usted confía en el doctor Molina,
Doña Juana Arias siento decirle
Que en este caso ha perdido todo
Porque ese no afloja su chinchorro
Ni si le dan todos los tesoros,
Ni si le dan todo lo que brilla.
Es eminente y capacitado
Fuma tabaco y habla de todo
Y tiene muy buena reputación.
Fue magistrado con gran decoro,
Por eso no cambia su chinchorro
Ni por la silla del gobernador.
También, sus canciones recogen observaciones de sucesos naturales que afectan el aspecto del entorno natural, como en “La estrella de Patillal”:
Mira que está lloviendo en La Nevada,
Oye cómo se queja el río Cesar,
Mira qué bonita es la madrugada
Brillan estrellas sobre Patillal.
Después, vendrían algunos de los mejores representantes del paseo lírico: Freddy Molina Daza y Octavio Daza Daza. Con estos compositores cambiaría el lenguaje y la motivación de las composiciones. Ahora, la idea no sería relatar eventos de la cotidianidad sino, expresar los lamentos de la intimidad, reflexionar sobre la realidad de la vida y reconocer en el entorno un mundo habitado por símbolos.
En las composiciones de Octavio Daza la cercanía de las almas amantes está mediada por la naturaleza que debe ser imitada en los momentos del amor, como en:
Así como se tiñen
Los picos de las montañas
Cuando va muriendo el sol
Así tiene que ser el color del fuego
De nuestro gran amor.
Reconoce en la estructura de su pueblo unos símbolos que lo identifican y manifiestan su personalidad, como en este fragmento de “Mi novia y mi pueblo”:
Pero noté que nada había cambiado en mi pueblo
El mismo cerro lleno de tristeza,
Las mismas calles llenas de recuerdos
La misma torre vieja de la iglesia
Dándole bienvenida al forastero.
La melodía pausada y profunda conduce a escenarios que se desbordan de sensualidad, ante la emoción de exponer la piel al amor, como en otros extractos de “Mi novia y mi pueblo”:
Radiante estaba el día,
Tan linda se veía mi amor
Que una mariposa al ver su belleza
Detuvo el vuelo y se volvió una flor.
Y hasta los árboles
Por su presencia vencieron su orgullo
Que se inclinaban como por encanto
Ante su hermosura.
Y un remolino formado en las aguas
La acariciaba mansamente
Y yo fascinado por tanta belleza
Me provocaba besar el ambiente.
La naturaleza se presenta como un actor activo, al cual el autor atribuye una personalidad plena de sentimientos humanos de nostalgia, envidia y necesidad, como en:
La tierra pa’ calmar su sed
Y cerrar sus grietas necesita lluvia
Y yo para mi sed de amor
Y curar mis heridas, las caricias tuyas.
Los acordes de las guitarras y el silbido melodioso y suave de los acordeones, que han interpretado la música de este compositor, invitan a la añoranza de un baile con el abrazo tibio de quien, sin embargo, no pudo volver a su “Nido de amor”.
A Freddy Molina lo llamaría el poeta de la nostalgia. Sus canciones inundan el ambiente de una melodía de notas cortas, que invitan a un baile alegre. Sin embargo, sus composiciones invaden de tristeza el alma de los patillaleros, que recuerdan las épocas borradas por las brisas del tiempo que dejaron su presencia remitida a “los tiempos de la cometa”, que ya parecen lejanos.
Sus canciones están llenas de familiaridad y sencillez, tal vez, por eso diría un amigo entrañable:
No voy a Patillal porque me mata la tristeza,
Al ver que en ese pueblo fue donde murió
Un amigo mío;
Era compositor, como lo es Zabaleta
Y era lo más querido de ese caserío.
Además, sus composiciones expresan una fuerte tendencia al ejercicio de la reflexión sobre un mundo que se le presentaba cambiante, ante el transcurso del tiempo y de la historia de la vida en sociedad que, también, afectó a Patillal, como en “Tiempos de la cometa”:
Cuanto deseo porque perdure mi vida
Que se repitan felices tiempos sentidos
El primer trago a escondidas,
Mi primera novia en olvido.
Ya mi juventud declina
Al compás de tiempos idos.
Sus canciones son un relato de las costumbres de la familia patillalera, también en “Tiempos de la cometa”:
No volverán los tiempos de la cometa
Cuando yo, niño, brisas pedía a San Lorenzo.
Mariposas en La Malena
Sus cacimbas son recuerdos,
El profesor que me pega
Por llegar tarde al colegio.
La familia Molina tiene otro miembro inclinado al mundo de la música vallenata que es Gonzalo Arturo Molina. “El Cocha” fue el segundo rey de reyes en el año 1997. Grabó un álbum con Gloria Estefan y acompañó a Julio Iglesias en una ocasión. También, trabajó durante un tiempo con Diomedes Díaz.
Por otro lado, se debe mencionar a José Hernández Maestre quien expresaría, con palabras de amor, el sentimiento de pertenencia a su pueblo y una descripción sencilla y sentida en la canción “El hijo de Patillal”:
Esa tierra que ha sido el alma mía
Yo con nada la puedo comparar
Patillal es como una melodía
Que al oírla nos provoca cantar.
Finalmente, aunque quisiera hacer mención de todos, el espacio y el tiempo no me alcanzan. Termino con quien es, hasta ahora, el más joven: José Alfonso “El Chiche” Maestre, que es el portavoz del sentimentalismo por los amores perdidos, como expresa en “Ahí vas paloma”:
Ahí vas paloma
Con mi cariño
Que nadie sepa que
Me desmigajaste el nido.
Urbina (2003): Urbina Joiro, Hernán, "Lírica vallenata", 2003.
¡Ver todo el contenido!